las líneas de don rodrigo: julio 2011

Midnight in Santa Fe


Después de ese fiasco fílmico llamado “El Rito”, con Lina –mi compañera- decidimos darle una nueva oportunidad al séptimo arte in situ. Nos sacamos las pantuflas, cerramos Cuevana en internet y nos fuimos al cine.


Luego del intento fallido de un martes de vacaciones de invierno –hicimos 20 minutos de cola detrás de una muchedumbre que quería ver a robots matarse unos a otros en 3D para que al llegar nos dijeran que quedaba solo una entrada- conseguimos por fin nuestros tickets para ver la prometedora “Midnight in Paris”, del gran Woody Allen.

La película es sumamente recomendable. Pero eso sí, si a usted le gusta Woody Allen. Si sabe cuáles son sus preocupaciones, por donde transita su obra y cuál es la dinámica de los guiones en sus diferentes obras –algo poco frecuente dentro de la mediocridad cinematográfica actual- podrá disfrutarla. Y he aquí la razón de este pequeño eructo sociológico: la gente que no sabía nada de eso y que compartió con nosotros la función.

Un gran amigo de este espacio, el Licenciado Ramiro, ya algo había advertido:

Súper-archi-ultra-recontra recomendable la maravillosa última película de W. Allen, "Midnight in Paris". Her-mo-sa. Eso sí: traten de no ir al cine un día que estén agotadas las entradas para H. Potter y la gente se meta a cualquier sala porque te terminás peleando con un montón de estúpidos a los que el cine les importa un balde de pochoclos.

Y el miedo a que pasara eso ya empezamos a sentirlo en la fila antes de entrar a la sala. Por suerte, la satisfacción fue imaginar la cara de ese grupo de chicos y chicas que venía a ver esta película porque actuaba el-rubio-de-los-rompebodas (entiéndase, Owen Wilson).

Paréntesis: Precisamente, el primer paso de comedia de la noche lo dio Lina, a quien se le cayó un café –que por suerte era al estilo yanqui, esos vasos de plástico con tapitas- y que patinó por media sala. Paso de comedia que no supimos bien si podría incluirse en un film de Woody Allen o en “Los rompebodas”. Lina empezó a perseguirlo al grito de “¡ese es mi café!” y al agarrarlo, le dijo a una persona cercana “bueno, ahora es batido”. Lo peor fue que mientras nos reíamos de la situación, la gente de la fila de al lado nos miraba como diciendo “por favor, no pueden reírse de esa boludez”. Vale aclarar que estas personas hacían cola para ver una película llamada “Loco y estúpido amor”, o alguna pavada similar. (Cuac!)

Retomo: Y decía satisfacción al imaginar los rostros, porque para disfrutar de la película hay que saber quién fue Hemingway, S. Fitzgerald, Salvador Dalí, Pablo Picasso o Luis Buñuel, entre otras referencias a la cultura de la ciudad luz durante los años ’20. Y “Los rompebodas” lejos está de darnos esa competencia.

“¡Qué bodrio!”, exclamó la pareja que estaba al lado nuestro cuando aparecieron los créditos finales, mientras ella buscaba –probablemente- un aro dentro de ese conteiner de pochoclos que les vendieron antes de entrar. Al lado, yo estaba completamente conmovido por la belleza de historia que acabábamos de ver y no podía entender por qué había gente que reaccionaba así. Hasta que recordé la advertencia del Lic. R y lo comprendí.

Sobre todo lo de los pochoclos, cuando Lina somatizó lo que significa estar en este tipo de salas, al querer salir rápido del complejo, por la falta de aire, la fuerte calefacción y el “insoportable olor a pochoclo”. Y es así. En casa, el pochoclo tiene aroma. En Cinemark, olor…

“Ponen alta la calefacción y te matan con el olor a pochoclo, para que la gente consuma más Coca-Cola en la sala”, señaló con mucha razón mi compañera. Ahí recordé a un amigo, que me contó que un primo suyo dueño de una bailanta, echaba sal gruesa al piso, para que al bailar la gente, ese polvillo se levante y provocara más sed en los sordos danzantes. Como se ve, en ambos extremos del capitalismo, las estrategias de venta no son disímiles.

Nos fuimos raudamente, buscando un remis para volver a las pantuflas, fernet casero y Cuevana. Y con la idea de que si tenemos que escuchar algún comentario imbécil durante una película, sea yo quien lo diga en la comodidad de mi casa.

Queda fuera de esta crónica nuestra visita al Bingo de dicho complejo, donde al entrar me sentía George Clooney en “La gran estafa” y al salir me quedó algo de eso, sobre todo lo de “la gran estafa”.

Dialéctica

Afirmación













Negación de la afirmación

Negación de la negación

Ahora entiendo todo… creo


“Según indicaron, fumar trae consecuencias graves a la memoria, la capacidad de resolver problemas y el coeficiente intelectual

Fuente: Infobae. Nota completa aquí.


Aclaración: El autor de este blog es fumador (algo que puede intuirse fácilmente, a la luz de los últimos descubrimientos).